El ligamento cruzado posterior, LCP, es, junto con el ligamento cruzado anterior, un estabilizador importante de la rodilla. Se puede lesionar o romper en traumatismos violentos o en deportes de contacto. En general, un golpe sobre la cara anterior de la tibia que desplace a ésta bruscamente hacia atrás, produciendo el desgarro o ruptura del ligamento cruzado posterior que es el que debe oponerse a esa traslación hacia posterior.
La lesión del ligamento cruzado posterior, a diferencia de la del ligamento cruzado anterior, tiene cierto potencial de cicatrización y el tratamiento inicial puede ser conservador con buena terapia física.
Si la inestabilidad persiste, se propone tratamiento quirúrgico, en general con injerto de cadáver, para reemplazar el ligamento roto.